Me quedé reflexionando sobre algo y es que…No somos
nosotros los que elegimos a nuestros padres cuando nacemos, ni el país en el
que
lo hacemos,
que no elegimos de quien nos enamoramos,
porque
sencillamente aparece ese sentimiento sin más, y cuando lo
hace, nosotros solemos hacernos esclavos de él, ya que se nos mete primero en el corazón y desde
ese momento casi siempre
comienza a dirigir y a controlar también nuestra
cabeza. No elegimos a nuestros enemigos,
ya que la mayoría de las veces nos eligen
ellos a nosotros. Ni elegimos nuestros talentos, ni debilidades para poder
elegir nosotros aquello que pudiéramos o
nos gustaría hacer después. Por no elegir no elegimos ni el nombre que vamos a
llevar el resto de nuestra vida y por el que vamos a atender cada vez que nos
llamen, y que muy pocas veces nos guste o no, lo vamos
llevar, como una imposición que acabaremos
por aceptar, sin que ninguno de nosotros se acabe por rebelar. Por tanto, así
nos llamaran todos esos que queremos primero, y también
a los que vamos eligiendo en la vida después.
Pero pensaba en definitiva que en la vida ninguno de
nosotros elige, que es la vida quien nos
lo elige, y creo que a veces ni eso.
A veces creo que ya todo está como algo consumado, y lo comparo con una gran partida de cartas, y así como son todos los juegos de azar, este
juego de la vida, dependerá igualmente mucho de la suerte, y por tanto también dependerá
mucho del día que se repartió la jugada,
y de las cartas que te tocaran a ti en ese reparto, porque con esas cartas será
con las que tendrás que jugar en la
partida de tu vida, y lo tendrás que
hacer lo mejor que sepas jugarla. Intentando permanecer en la partida el mayor tiempo posible, por muy
malas que sean tus cartas.
Así es que atentos, y
a no bajar nunca la guardia, hay que
jugar bien y con toda la atención en a jugada, porque aunque sea difícil no siempre gana quien
lleva buenas cartas, se puede ganar la
partida, aunque tú lleves muy malas cartas.
Consuelo Ruiz.